viernes, 10 de diciembre de 2010

Habláme de Maracaibo

Atardecer sobre el puente del Lago de Maracaibo
Ocho letras que engloban un sentir, un calor humano y una historia que envuelve a los 3.097.655 habitantes de esta ciudad. Maracaibo (estado Zulia, Venezuela) aloja las personas más jocosas y regionalistas de Venezuela, así como las ocho letras de su nombre son ocho los elementos bases para definir esta ciudad: La Chinita, Basílica de La Chinita, puente sobre el Lago, el lago en sí, las gaitas, el calor, comida y su gente.
La Chinita, es la patrona de todos los zulianos, virgen de la cual los mismos son devotos, la responsable de muchos milagros concedidos y es una muestra de la fe que profesan los marabinos, tiene un día en el que se celebra la llegada de la misma a la ciudad y con dicho día se da inicio a la llamada Feria de La Chinita, la cual es una semana de celebración, con gaitas, comida y eventos alegóricos a la fiesta. Esta virgen reposa en la Basílica, su casa, su templo, donde todos los devotos zulianos o no, van a visitarla y rendirle tributo por sus milagros.

Estructura y algo másMaracaibo es una metrópolis con grandes edificaciones y construcciones que reflejan la antigüedad de la ciudad, al hablar de construcciones es necesario nombrar el famoso puente General Rafael Urdaneta que mide aproximadamente 13.820 km², siendo el más grande se Sudamérica y Latinoamérica, permite llevar a las personas de afuera a Maracaibo o viceversa. Como su nombre lo indica se encuentra encima del Lago de Maracaibo, un lago que identifica al zuliano y al rededor del  cual se haya la Vereda del Lago, que permite apreciar de cerca el agua q recubre el Lago y a lo lejos el puente en su máximo esplendor.

La ciudad de Maracaibo

“Pensar en diciembre es pensar en Maracaibo” opinó Anny Montoya, zuliana de nacimiento, con la llegada de la época decembrina aparece la gaita, acompañada con tambor, charrasca y furruco hacen la música tradicional del Zulia que llega a todo el resto del país en esta temporada, “aquí nunca deja de sonar la gaita pero en diciembre es que salen unas nuevas y eso”, acotó Montoya. Así como la gaita llega en diciembre perdura el resto del año, la comida también, son muchos los platos típicos del Zulia desde patacones, pasando por tumbaranchos, yoyos, llegando a las mandocas, entre otros son las muestras culinarias de la región.

Calor y gente

Otro factor característico de Maracaibo es el calor, el cual con temperaturas desde 29 grados centígrados hasta por encima de 40°C hacen sudar habitantes y visitantes de la ciudad, “el calor es propio de nosotros y aunque a veces nos quejemos estamos acostumbrados y ya ni lo sentimos, a lo mejor el calor es por el mismo de la gente, jajaja” consideró Milva Leal, maracucha.
“Hablar de los maracuchos es hablar de regionalismo, buen humor, jocosidad, fiestero, bebedor, bravo, pila y con un hablar muy peculiar que los caracteriza, pues ese cantadito unido con el vos no es nada fácil”, aseguró Luisa Marcano, profesora de castellano en el colegio Salto Ángel (Puerto Ordaz, estado Bolívar, Venezuela),  Maracaibo posee gente muy atenta, orgullosa de haber nacido en esa ciudad y que en donde se para deja en claro lo maravillosa que es para ellos.




viernes, 3 de diciembre de 2010

Soy un Milagro!!

                                                                      
Monumento La Chinita, frente a la Basílica (Maracaibo, estado Zulia)
Imagen obtenida de http://www.moonmentum.com/
Esta es una historia muy personal que les quiero contar, yo Laura Bonomie estoy hoy en este mundo gracias a un milagro de la Virgen Chiquinquirá.
Era el 20 de diciembre de 1988 cuando mis padres tuvieron que llevarme a la clínica porque dejé de respirar, este fue el primero de los cuatro paros respiratorios que sufrí con sólo un mes de nacida. La primera medida fue prestarme primeros auxilios para revivirme, una vez que volví decidieron hacerme los exámenes médicos pertinentes para determinar el por qué del paro. El diagnóstico: Tos ferina, una enfermedad respiratoria infecciosa de las vías aéreas.
Mi mamá atribuye el contagio a mi hermano, quien tenía un poco de gripe y mientras ella no estaba, se metía en mi cuna para jugar y dormir conmigo.
En vista del diagnóstico procedieron a hospitalizarme para recibir tratamiento, pasaron días, semanas y mi condición era cada vez más crítica, mi abuela Teresa Bonomie para ese entonces era Jefa de Enfermeras del Hospital Materno Infantil El Marite (Maracaibo, estado Zulia), convenció a mis padres de trasladarme al mismo, afirmando que aunque no fuese una clínica tenía los mejores aparatos para tratar la enfermedad y ella se aseguraría de que los médicos que me tratasen fuesen los mejores.
Séptimo piso
Inmediatamente en el hospital procedieron con un nuevo tratamiento, aquí mi cuna era una incubadora y recuerda mi madre que para sacarme de la misma tenían que ponerme un casco como de astronauta para poder respirar, porque más de cinco minutos fuera del mismo, significaba un nuevo paro respiratorio.
Así pasaron otras dos semanas, ya era el 30 de enero de 1989 cuando los médicos del hospital me subieron al séptimo piso, el cual estaba destinado a personas desahuciadas, niños con enfermedades terminales o en mi caso bebés cuyos tratamientos ya no eran efectivos y los médicos habían decidido colgar los guantes, pero todos con el mismo fin, la muerte, ya no teníamos posibilidades de seguir viviendo.
Una esperanza
En el cuarto 78 del séptimo piso del Marite, estaba yo acompañada de mi madre quien no me abandonó ni a sol, ni sombra, ella cuenta que escuchó la canción "Aquel Zuliano" que le recordó lo que es ser zuliana y la hizo regocijarse en la patrona de su tierra la Virgen Chinita, le oró y con lágrimas en los ojos le pidió que me salvara la vida, si era necesario que se llevase la de ella, pero yo con apenas un mes de haber nacido tenía toda la vida por delante, de la misma manera ofreció una mano de oro si me salvaba la vida.
Las cuatro paredes de ese cuarto fueron testigos del acto de fe, tanto de mi madre como de la Chinita, cuando a los siguientes días empecé a mejorar milagrosamente, los médicos asombrados no encontraban explicación de esta mejora repentina, sin embargo se la atribuyeron al posible retardo del efecto de los medicamentos.
Hoy en la Basílica reposa la mano de oro que le ofreció mi mamá a la Chinita y yo tengo veintidós años, estoy completamente sana, con mucha más vida por delante, y con metas y sueños por cumplir.